EDITORIAL MARZO 2012. LA AZAROSA VIDA DE LA DOMA VAQUERA

“Nació la doma vaquera en la baja Andalucía, en un
cortijo donde se criaba el ganado bravo, nieta de
mayoral e hija de militar de rango quien tras cumplir
con sus deberes con la patria, regresó a la casa con
conocimientos sobre la doma de los caballos. Entre la
dehesa y la marisma junto a las vacas se crió la doma
vaquera, con un carácter alegre pero recio, capaz de
someter a los caballos y no importunar a los astados,
pero con mando. Midió el tiempo en su infancia al
compás del paso de un caballo vaquero, entre medias
en la cara del toro, arreónes para ir a buscar algún
becerro y costados para abrir cancillas.
Tras una infancia en el campo le llegó la juventud y salió
de la finca para ir a la feria y a la romería, donde los
jinetes comenzaron a mostrarla por las pistas.
Conforme con el desarrollo de su edad se volvió más
fina y grácil, aprendió modales. En las pistas lució, como
una bailaora , vueltas sobre las piernas y parones.
Recibió aplausos y vítores que la halagaron, pero a
cambio tuvo que pagar el precio de perder su frescura
infantil y conoció la crítica y el inconformismo.
Durante años, de pista en pista, exhibió su arte la doma
vaquera. Tuvo varios amantes, y cada uno la entendió de
una manera. La juzgaron muchos, pero nadie fue capaz
de valorar todos los detalles que su corazón albergaba.
Se le fueron pasando los años como la falsa moneda, de
mano en mano, de boca en boca, sufriendo a ratos la
tristeza de saberse ignorada y recibiendo con alegría a
quien de nuevo llamaba a su puerta.
La doma vaquera es una mujer, hermosa, atemporal,
alegre y nostálgica, que no pierde nunca la ilusión de
que aparezca quien sepa entender los recovecos de su
sentimiento, valorar su pureza nacida del campo y su
temperamento recio templado bajo el sol del verano y
el frio y la lluvia del invierno.
Tenaz, hermosa, sensible y pasional ; Que tendrá la
doma vaquera, que cada uno la entiende a su manera,
que a todos encandila y enamora, pero que vive libre,
a campo abierto, dueña de veredas y caminos, y es el
alma en las conversaciones de todos los hombres
aficionados al caballo campero.”

Elena Herranz de la Fuente

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